¿Quién es? El Peñarol que superó a Liverpool 3 a 2 y volvió a estar ahí
El carbonero promedio saca el José Carlos que lleva adentro, se ilusiona con la vieja historia de la mística y las conquistas a lo Peñarol. Su equipo no deslumbra pero tampoco perdona. Por eso recupera terreno en la tabla al sumar mientras otros dividen. La inyección del sábado no fue una más. Vino de la mano de una victoria ante un rival con aspiraciones.
Si bien el final desencadenó un suspiro de alivio en los hinchas de Peñarol, no hubiera sido justo que el triunfo se escapara de sus manos. Pero pasó que el trámite fue raro. Hablando en goles, dio menos cuando prometió más. Y viceversa: se reservó para su momento más deslucido una sucesión de emociones que postergaron festejo ganador y desazón perdedora hasta el mismísimo pitazo del cierre.
Los que cuando Asconegui marcó el segundo creímos que la tarde iba hacia una victoria mirasol más bien cómoda hicimos la primera pirueta en el aire en el momento en que el gol en contra de Darío Rodríguez permitió el inicial descuento negriazul. Y pese a la quemadura antedicha, no corrimos al ver la vaca del 3 a 1 carbonero a los 87’. Pues nos volvimos a quemar apenas un minuto después, porque Figueroa embocó un tiro libre para que Liverpool jugara final y descuentos apenas a un gol.
Los de Favaro realmente amenazaron los intereses carboneros hasta mediados del primer período. Juntaron por la izquierda a Alfaro con Pezzolano. Un repertorio de driblings del olimareño activó el despertador de la última zona de Peñarol. Casi en su misma línea, el Papa acompañó. Más que un enganche, fue un delantero retrasado que colaboró para doblar a los atareados Alcoba y Darío Rodríguez. A sus espaldas, el arquero Cavallero sufrió más de la cuenta con un par de pelotas quietas.
Pero los de Saralegui se acomodaron al andar. Los del fondo empezaron a resolver los mano a mano en los que antes sufrieron. Pacheco marcó el primero y el camino, con juego y definiciones otra vez trascendentes. Franco combinó las amenazas de goleador con una generosidad clave en los dos primeros gritos. Asistió a Pacheco para el 1-0 y a Bueno para el 2-0 que -rebote mediante- marcó Asconegui. Jugó como para festejar ese gol que no hizo.
Liverpool nadó en la orilla pero no pudo ni mereció. No reeditó el riesgo de los primeros minutos cuando Ruelli se paró en la izquierda y desplazó al medio del medio a un Aranda poco subidor. Tampoco cuando Córdoba renovó el ataque. Peñarol cerró los caminos volviendo a la línea de cuatro que activó el ingreso de Núñez, al juntar a Asconegui con los del fondo.
Una nueva victoria lo consolida como un equipo que concreta y crece. Mientras espera que el tarot de la AUF le depare un fallo perjudicial a Nacional cuando se salden los sucesos de la segunda fecha, aprovecha el río revuelto del calendario sumando y haciendo de a tres. También mitiga el insomnio que produce la quita de tres puntos heredada del pasado. La que se computa en la tabla y en esas cuentas que hacen Damiani y Rodríguez Puppo.
Martín Rodríguez
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