El albiceleste ganó a domicilio y está bien arriba
El trabajo defensivo de Cerro fue factor fundamental para la victoria. Y claro, cuando jugaba con diez hombres el autogol de Argachá le vino de pelos. El epílogo, dramático, jugado a matar o morir entregó dos goles más -uno por equipo-, y con el pitazo transformó todo en desazón para los bohemios y en euforia para la hinchada visitante, que se fue palpitando el inminente clásico con Rampla.
El asunto arrancó favorable para Wanderers, que en el Viera suele ganar un plus de confianza y por momentos abruma a sus rivales. El Bigote López fue el principal animador en el ataque, pero sus buenas intenciones nunca prosperaron, ya sea por errores propios o por falta de compañía para cerrar la jugada.
Recién pasado el cuarto de hora Cerro llegó con peligro mediante Boghossian y su cabezazo alto. Ya promediando el período, el juego se emparejó en la media cancha y despuntaron los primeros roces, donde entró en escena el árbitro haciendo gala de una interesante variedad de criterios.
El cierre del PT encontró a Cerro funcionando mejor, pero las buenas combinaciones ofensivas morían sistemáticamente en pelotazos al Miguelete. Y el inicio del ST ofreció el mismo cariz que al principio, con Wanderers en la iniciativa e incluso sumando gente en ataque para quebrar el cero.
Recién había errado un gol imposible López para Wanderers, cuando a los 61’ se fue expulsado Cabrera en Cerro y un gran murmullo ensordeció la mañana. Todo a pedir bohemio cuando llegó la fatalidad: pase al vacío sobre el área de Wanderers y Argachá, intentando despejar, mandó la pelota por encima de su arquero y… ¡gol en contra! Vaya un merecido “te queré’ matar” para Adrián.
Las instancias finales fueron un deleite para un espectador neutral, como en este caso. Las pulsaciones que subían de la cancha a la tribuna, volvían a bajar entre lamentos, puteadas e incluso falsos gritos de gol, como cuando un tiro del Palomo Rodríguez rozó el palo y la barra bohemia la vio adentro.
Por eso, el gol de Trujillo a los ’90 y de contragolpe, un poco como que devolvió el alma al cuerpo de ambas hinchadas, porque en seguida Lacerda descontó para Wanderers y alborotó de nuevo los corazones. La foto del final, con todo un estadio de pie vibrando a segundos del pitazo es una postal que pocos deportes regalan. Entonces, gracias por el fútbol.
Rodrigo Ubilla
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