Parado, mirando allá lejos, medio encandilado, casi adivinando cómo era el final de la historia. Palpitando cada pelota. Relojeando al Perro que amagaba a terminar todo. Los colores del Parque rebotaban brillosos. Un 2 a 2 aparentemente definido, pero también podía pasar cualquier cosa. Los cuatro minutos finales aceleraron la adrenalina. La bohemia de Wanderers dibujó un fútbol paciente y efectivo, mientras Nacional le metía leña a la máquina para buscar el gol a como diera lugar.
Todo comenzó cuando pasada la media hora de juego cayó el gol bohemio en la red tricolor. El 1 a 0 lo gestó el lateral juvenil Agustín Peña, que incursionó en diagonal a todo trapo, y Charquero metió la cabeza para anotar la apertura.
Más tarde el Perro Silvera cobró un tiro penal que ejecutó Nicolás Lodeiro. El golero nacido en Fraile Muerto, Diego Pérez, desempolvó la sotana y cerró el cero en su arco. Ahí ya no faltaba casi nada para terminar el primer tiempo.
Nadie descubre nada con aquella vieja máxima del fútbol: penales errados son goles en contra. Y así fue.
De inmediato, rápidamente Wanderers volvió a pisar el área enemiga, la pelota llegó bombeada ante una defensa desajustada y con otro cabezazo de Jonathan Charquero (el hijo del Cabeza) el 2 a 0 se elevó en el aire del colorido Parque Central.
Nacional tuvo el empate y terminó perdiendo por dos goles en el primer acto.
Wanderers jugó un fútbol atildado con toque y rotación de figuras. Así enredó el mediocampo inclinando la balanza a su favor.
Los tricolores apostaron al juego aéreo y fue
ésa la fórmula que en algún momento pudo generar opciones.
Pero tras un tiro libre del Hueso minutos después, Peña (el hijo del Pelado) salió como una flecha envenenada, sacó moñas de todos lados y generó la gritería bohemia.
El aliento bolso explotó al minuto y medio de la segunda parte cuando el dinámico lateral Cazullo, -una locomotora con buen trato de balón - colocó el 2 a 1 aprovechando el error del fondo, presagiando un segundo tiempo de alto voltaje, de electricidad chispeante contra los alambrados.
Nacional metió piernas y corazón, presión agobiante de empate sí o sí. Wanderers especuló un poco, perdió juego en la mitad del campo tratando de sacar un contragolpe salvador.
La igualdad reventó en las gargantas cuando el argentino, el Diablo Mondaini mandó el esférico cruzado para convertir un golazo.
El 2 a 2 siguió sumando emoción, metiéndole gas a un fútbol veloz pero muchas veces inconexo.
De todos modos Nacional presentó una versión mejorada frente a un Wanderers reculando, que se rehízo sobre el final con peligro verdadero en un tiro de Chávez y una ejecución volada del Palomo Rodríguez.
Capitano ensayó los cambios para aguantar el resultado y tratar de pegar un zarpazo y llevarse los laureles.
Aunque Nacional combatió por encontrar el tercero, no halló lugar ni caminos claros en materia ofensiva para definir a su favor.
Pelusso mandó al campo a debutar al Grillo, pero Bizcayzacú -un goleador de raza- no pudo cantar en el área.
Un punto para cada lado. La escuadra del Prado ganaba bien con diferencia de dos goles y Nacional remó con fuerza hasta que afirmó el empate en el formulario.
Lindo partido, muy parejo, con emoción constante, electricidad en los alambres y cuatro goles temblando en las piolas para despedir con aplausos el absurdo final de las vacaciones.
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