lunes, 6 de abril de 2009

Es igual

Picapiedras y negriazules no pudieron salir del empate: 1 a 1

Rampla y Liverpool jugaron a lo que suelen jugar cuando se encuentran. Tacaños produciendo fútbol, pero tan generosos en entrega y pierna que hasta hubo picos de amarillismo (y un par de rojas). Empatadazos y en el Olímpico.

No hubo especulación: los dos salieron a jugar, a correr. El receso no sólo dejó rebrotar algún yuyito de la cancha, sino que recargó energía en ambos planteles. Pero ni el sorprendente buen estado del campo los motivó para bajar la pelota e intentar caminar hacia el arco rival. Ni siquiera los dos primeros clamores de la tarde, sendos cabezazos hacia atrás de jugadores de Liverpool, que ilusionó a algunos picapiedras de jugar con trece. Promediando el primer tiempo el tedio ganó la tribuna local, porque el equipo dominaba pero con un juego que no prometía goles, y sólo convidando con un cabezazo forzado de Bonjour que tocó el palo.

Los últimos cinco sí se movieron cuando Pezzolano levantó a su tribuna con un tiro libre que superó la barrera y… ggggaahhhap#@*. Después, sí, Castro removió a Guevara, que definía (¿roja?), y Larrañaga ofertó con penal. Trato hecho, negocio para Guevara, que se cobró con gol.

El segundo tiempo fue otra historia, con Liverpool y hegemonía plena, rápidamente confirmada a los 55’ con un golazo de Emiliano Alfaro (recepción-amague-tiro cruzado). Y se vino el negro.

Rampla la pasó tan feo que promediando el período se pararon a cantar para alentar, pero a los dirigentes, para que volviera el Ronco. Cayó la roja para Bonjour y se puso mejor aún. Cisneros reagrupó el equipo y surgió la innata rebeldía del picapiedra, que empezó a correr mejor la cancha y emparejó el partido. Paradójicamente, el hombre de más y los cambios ofensivos no redundaron en resultados para un Favaro que no dudó en mandar el equipo a tumbar al rival.

Los últimos cinco minutos de adrenalina dieron ejemplo en Macchi y su poco ejemplar expulsión (si se ponderan circunstancia y brazalete). Pero el punto de ebullición fue alto como ese cerro y petiso como Montes de Oca, quien con dos atajadas en un segundo atragantó el festejo del negro, como exactamente hace medio año; igualito, en la hora de partido.

Rodrigo Ubilla

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