domingo, 3 de mayo de 2009

Disfrute violeta disfrute

Defensor fue netamente superior aunque sólo ganó 1-0 y con preocupación hasta el final
Logró seguir comandando todas las tablas de posiciones. Defensor Sporting derrotó a su rival tradicional en el clásico de los clubes eficientes. El Estadio Franzini se mostró con 90 por ciento de ocupación en sus instalaciones habilitadas (todas, salvo la tribuna cabecera que da a Julio Herrera y Reissig). Danubio mostró un juego colectivo insuficiente ante un equipo-equipo con todas las lecciones fundamentales bien aprendidas.
Defensor Sporting ganó bien un partido muy esperado, que no devolvió en fútbol de categoría la expectativa que había creado. De igual forma, ambas parcialidades vivieron con mucho fervor el desarrollo del partido.
El equipo local sacó ventaja desde las primeras jugadas. Da Silva puso en la cancha lo que consideró lo mejor para ese partido, es decir, no reservó ningún jugador para su encuentro del miércoles próximo ante Boca Juniors por octavos de final de Copa Libertadores. No hay, no había dudas: si hay que dar una prioridad, en Defensor se le da al objetivo del bicampeonato Uruguayo, para ser el primer club en lograrlo, aparte de Nacional y Peñarol.
Hubo varios ataques iniciales fuertes del equipo local contrastando con anodinas invasiones danubianas por el costado derecho (vía Malrechauffe, Ribair más Leal o Perrone) que terminaban en nada, generalmente centros muy mal efectuados.
Y llegó el gol de Diego Vera, rápidamente.
Los dos equipos se ubicaban en la cancha con esquemas muy similares. Lo que el partido fue mostrando era que había radicales diferencias en los procedimientos, en el funcionamiento de aquellos esquemas similares.
Eso se notó en cuestiones muy simples. Defensor respeta el juego, no quema etapas de elaboración de jugadas. Normalmente los de atrás no se saltean el medio juego, sino que lo apoyan para que sigan haciendo funcionar al equipo. Cuando alguien se manda al ataque lo hace apoyado, o directamente en sociedad con otro u otros compañeros. Malrechauffe o Matías Pérez o Ribair o Míguez, por lo contrario, saltan al ataque solos, van a la aventura y casi siempre terminan mal, ya sea por falta de fuerza y de técnica o por agotamiento de espacios.
En Danubio el equipo funciona mal. En Defensor en algunos momentos funciona y en otros no, pero casi siempre se cuidan las fases del juego, hay apoyos entre jugadores, existe una profundización hacia lo colectivo y que dentro de ese funcionamiento tomen destaque o protagonismo los distintos jugadores.
Obviamente le faltan cosas. Por ejemplo, Marchant llega poco al área. Tuvo una pelota cruzada de izquierda a derecha que si se hubiera propuesto estar en el área la podía haber conectado él como sí lo hizo de cabeza allá por los 26´ del segundo tiempo y pudo ser gol porque se fue apenas desviado. Por ejemplo, Navarro va a fondo y al llegar al área le fracasa la acción de ataque, pero queda con la pelota y teniendo otras alternativas para mantener la ofensiva la mueve hacia atrás, a la línea que divide la cancha en dos donde estaban sus defensas. Un desperdicio.
Son errores individuales y tuvo otros dentro de la superioridad sobre el rival. No concretó su dominio del primer tiempo, arriesgó en el segundo al no concretar en goles los mayores méritos mostrados en la cancha. Danubio concretó ataques, más con desesperación que con desenvoltura propia del juego. Ifrán buscó mucho, sobre todo en los primeros minutos del segundo tiempo, donde el partido se hizo muy pero muy intenso. Luego hubo tiros de Jorge García, uno desde lejos que se le fue alto (14´) o en un tiro libre que dio en la barrera y fue córner (21´).
No fue un buen partido y creo que Jorge Larrionda influyó en parte para que así fuera, al hacer un arbitraje ajustado a las reglas, como siempre, pero con una excepción en tanto fue muy permisivo. Dejó ir más allá de lo normal el juego fuerte y varias amarillas debieron aparecer, porque hubo mérito para ello en muchas jugadas. A veces oímos a árbitros de primer nivel internacional explicar que es buena cosa no usar mucho la tarjeta amarilla. Ese concepto constituye un error grave, porque ésa no es buena guía de un arbitraje. Si no hay apartamiento del reglamento no debe haber amarilla y la debe haber cuando se viola gravemente el mismo. El arbitraje debe ser espejo de la realidad y, el sábado, nuestro mejor árbitro no siempre cumplió con ese precepto en este aspecto específico.
Al final del partido hubo muchos gritos de crítica de hinchas danubianos hacia Martín Lasarte. En general cuestionándole una orientación defensivista. Es una crítica que se puede llevar y que el propio DT puede superar porque sus equipos apuestan al equilibrio defensivo-ofensivo. Llevando a fondo la concepción del equilibrio, hay situaciones que indican volcarse más hacia lo ofensivo o hacia lo defensivo. Sucede lo primero si vas perdiendo 1-0 y el tiempo que resta es poco. En esos casos se arriesga más. Vi una salida al ataque de Danubio faltando 5' para cumplirse el tiempo, donde la línea de cuatro quedaba toda apenas saliendo de su área con un solo defensorista a custodiar y nadie saltó hacia adelante para sumar número a un ataque contra diez rivales.
El momento de búsqueda, en Danubio, ha demorado más de lo esperable. Vienen partidos difíciles (Nacional, Liverpool, Peñarol), habrá que asegurar la Liguilla y no hay otro mecanismo para lograr buenos resultados que mejorar el fútbol practicado.
Defensor tiene un calendario de partidos en bajada (Racing, Wanderers, Rampla, Tacuarembó y Juventud), ideal como para terminar a toda máquina juntando otra vez, la conquista de un torneo corto -el Clausura en este caso- y la Tabla Anual. La meta autoimpuesta del bicampeonato no es, entonces, una quimera.
Jorge Burgell

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