Cerro y Rampla igualaron en el Centenario
Es atípico arrancar el torneo jugando contra el eterno rival, por eso no perder es mucho más que un resultado. Cerro y Rampla regalaron un partido recargado de emoción, entendida como pierna fuerte, sudor y ganas. Fútbol a cuentagotas, pero para eso hay todo un torneo por delante. El clásico es prohibido perder.
A todo pedal arrancó el derbylero, con Cerro y la chance de gol al minuto de empezar. O no. Porque Larrañaga pitó penal para el albiceleste pero a instancias del asistente Fandiño corrigió el fallo y cobró tiro libre porque que la falta sucedió fuera del área. De alguna manera el incidente despabiló a Rampla, que ajustó sus líneas y con el correr de los minutos consiguió neutralizar el juego del rival.
Pero, es cierto, esta versión picapiedra mostró carencias importantes para generar juego. Porque su número 10, Guevara, haciendo honor al apellido, resulta un volante con tanto más estirpe de luchador que de cerebral creador de juego. Y los generosos piques al vacío que regaló Alonso tampoco fueron aprovechados por sus compañeros para intentar llegar a la última zona con pelota al pie.
¿Qué pasó de bueno, entonces? Lucha, garra y corazón. Se dieron duro y parejo, casi siempre leal pero con algunas inevitables piernas que se iban largas para regocijo de las tribunas. Si de fútbol se trata, el más ambicioso quiso ser Cerro, pero lejos, muy lejos del nivel soberbio con que cerró la temporada pasada.
Enrolate sólo
El centro cruzado fue entonces la estrategia elegida por Rampla para generar peligro. Chumbazo por acá, bombazo más allá y, de repente, lo impensado: Rolero salió a descolgar hasta casi el borde del área, pero su golpe de puños fue tan nefasto que sirvió la pelota al pie de Barreto, que por allí pasaba. Pase a la red y a cobrar. Un sensato hincha picapiedra diría que de no ser así harían falta dos o tres partidos seguidos para llegar al gol. Pero el gol llegó, y por cómo explotó la Olímpica, eso pareció lo importante.
El equipo ganó en aplomo, con la tranquilidad que da la ventaja y la cualidad cuasi genética de saber defender. Cerro pudo arrimarse con tiros libres desde lejos, pero aquella sana competencia que mantuvieron Dadomo y Melo semanas atrás, para ver quién la ponía más cerca de ángulo, ahora no dio frutos.
El primer tiempo se iba y también la incógnita pasaba por saber cómo podría Cerro revertir la historia. A todo esto, y siempre bajo una impronta de juego fuerte, Novick se pasó de guapo, fue a trancar con la pierna muy arriba y siguió camino a los vestuarios. Se complicó solito. Y a todo el cuadro.
A lo coboy
Así y todo sobrellevó con solvencia la falta de un hombre hasta finalizar el primer tiempo. Pero en la primera jugada del complemento, el recién ingresado Lombardi combinó por izquierda con Vaquero, y del centro que mentaron salió el testazo con que Álvez elevó las pulsaciones del partido. Preludio de lo que sucedió poco después, cuando un córner, también desde la izquierda, fue ganado por los altos de Cerro y la segunda pelota cayó en la cabeza de Vaquero. Desvió hacia el arco, palo y gol.
El empate se ajustó al trámite, pero quedaba mucho partido para recorrer. Cambios de un lado y el otro; Cerro sumando argumentos en ataque y Rampla, toda la vida tapando agujeros. Lo mejor del banco vino con el chino Peralta, que la primera que tocó fue con la derecha, pero que sea ambidiestro no es novedoso, sino que su volea de 28 metros salió con un cartelito "destino: el ángulo". La volada con mano cambiada de Lucero Álvarez fue aún más espectacular y llovieron miles de aplausos de los cuatro costados (bah, en realidad no se habilitaron las cabeceras).
En teoría el partido estaba para Cerro, pero a medida que los minutos pasaron Rampla se hizo más dueño del punto al que inexorablemente se aferró. La carta con que se presentó Peralta fue apenas un piropo, porque pronto sucumbió ante el desconcierto general de juego rústico y “viril”.
Pero la mañana tenía reservada su última gran sorpresa. El cucú cantó 90 y Broli se mandó un pique por derecha. Centró a media altura y la pelota encontró al ex River Vitabar, solo, en la boca misma del arco. Controló mal y definió peor, con un puntazo suave y ancho que, seguramente, rebotará en su cabeza unas cuantas veces esta semana.
Rodrigo Ubilla
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