El Peñarol de Ribas metió más de lo que jugó y le empató a Cerro casi al final
Con pases largos y presión, Peñarol consiguió hacerse merecedor del tanto que Alcoba anotó casi en la hora. El defensa peinó una pelota bien cerrada que partió de la cara interna del botín derecho de Pacheco, el ejecutante del tiro de esquina que traería el empate. El autor del gol saltó la estática, se sacó la camiseta y la escurrió con gesto de feligrés poseído sobre el altar de algún cine devenido en iglesia. Como si la Amsterdam fuera la platea del Trocadero. Pocas imágenes podrían ser más representativas del adrenalínico Peñarol de Ribas, que aprieta los dientes en defensa de su mística con la misma frecuencia con la que falla pases. Siendo liviano, Cerro le empezó ganando luego de medio partido de prolijos toques. Peñarol recién haría méritos para forzar el 1 a 1 final, cuando el DT le metió mano a un medio campo donde sobra la lija y paró una de sus versiones más osadas.
Los aurinegros salieron a correr la liebre con un esquema de tres puntas y media, porque Alonso y Martinuccio llegaron del banco para sumarse al voluntarioso Braian Rodríguez, que siguió contando con la compañía de Pacheco. A sus espaldas, Albín y Hamilton Pereira compartieron una línea media que de a ratos vio pasar a Darío Rodríguez, quien cargó en su espalda gran parte de la responsabilidad de salir a remar y cerró el partido jugando tan adelantado como hace mucho no lo hacía. Ya no estaban Mozzo, Bajter y De los Santos, la triple apuesta al corte con la que el técnico insiste. El devenir del torneo dirá si la drástica decisión de sacar tanta pierna fuerte y acumular tanto jugador ofensivo respondió a que el entrenador realmente asumió las limitaciones de juego de su equipo o si, en cambio, simplemente tomó una decisión coyuntural. Sin pretender que Peñarol juegue con un esquema como el que apoyó los manotazos de ahogado del final, debe decirse que sus mejores momentos coincidieron con esa rara apariencia. También, que aun éstos estuvieron más ligados al empuje que a la dinámica. En Peñarol los pases son lejanos y frontales. Las patriadas de tipos como Darío Rodríguez o Alcoba, que confirmó que está volviendo a ser, muchas veces sustituyen los desbordes, reservados para alguna aparición de Pacheco o el pibe Albín. Algo de eso intentó aportar Martinuccio, que presionó y corrió para ganarse los primeros aplausos de una tarde más rica en abucheos.
La prolijidad perseguida por Cerro cedería ante la fuerza con la que los aurinegros salieron a correr de atrás, pero no dejaría de ser de lo mejor que dejó el partido. El equipo de la Villa dominó durante un rato largo gracias al fútbol de Lombardi, que anotó el gol que abrió el marcador y generó varios mirá quién nos viene a clavar en las tribunas carboneras. El jugador que surgiera en Progreso y pasara por Peñarol manejó los hilos de un equipo generoso con la pelota, que intenta asimilar la idea del DT Sanguinetti mientras acusa el golpe de las bajas que le dejó el receso y procesa algunas altas. Una de ellas, la de Apólito, ayer se insinuó como un aporte respetable. Protagonizó el desborde que desembocó en el 1-0, aunque no llegó a contar con la potencia necesaria como para negar que las buenas intenciones albicelestes serían algo más que eso con otra presencia en el área rival.
Podría decirse que luego de ponerse en ventaja, a Cerro le faltó la fuerza que a Peñarol le sobró. También, que para conseguir algo más que empates en la hora, a Peñarol le hace falta el manejo que los albicelestes demuestran tener. La diferencia es que los aurinegros cuentan con recursos con los que sus rivales de ayer quisieran contar.
MR
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