La atmósfera era un caldo. La pelota parecía un adoquín y a pesar de que hay un montón de albañiles nadie tira una pared.
Los canarios le metieron pericón, garra y corazón y ganaban bien, tranquilos. Hasta que se desplomó el telón.
Braian Rodríguez apareció en el área metiendo facha como si se tratara de un iluminado set de actuación y ya la heroica suerte azul estaba echada y el salteño mandó la guinda seca al naranjal de la red. Con nombre de actor de cine o de músico exitoso, el tipo juega en Peñarol. Tiene ese andar de jugador criollo, corpulento, habilidoso, con condiciones de definidor nato y metedor.
Peñarol perdía 1 a 0 y el volumen de fútbol no levantaba revoluciones por ningún lado.
El empate llegó después de la expulsión del zaguero Fernández y el agujero en la zaga propició la ocasión de la igualdad. Hasta ahí, Juventud jugó 60 minutos de toque prolijo, de marca aguerrida, de abnegada entrega colectiva. La guinda surcó envenenada y Brian conectó la igualdad metiéndole aire caliente a todos los pulmones, fuego a las gargantas y un millón de gracias.
Antes, todo empezó temprano. En menos de lo que canta un gallo, Juventud se había puesto 1 a 0 con sorpresivo gol de Matías Britos ante la quietud defensiva de la última línea carbonera. Con acertada combinación atacante, Britos metió un quiebre, eludió al rival y mandó un remate bajo y cruzado a la red.
Corrían entonces apenas cuatro minutos de fútbol. Peñarol atacaba pero la escuadra pedrense, tácticamente bien ordenada, metió concentración en la marca y peligró con la velocidad del contragolpe.
Para peor, promediando la media hora, el Nacho Iturralde golpeó a Muñoz en el área y el juez Falce marcó la pena mayor. El penal lo tiró Peirano -que tuvo un cheque al portador desde los once pasos ante un Peñarol casi sin crédito- y lo atajó el golero Sosa salvando el supuesto demoledor 2-0.
Todos los pesos ahorrados para la caja fuerte mirasol y en los bolsillos pedrenses, la billetera vacía.
La crisis golpeó a las puertas del técnico Ribas pero los desajustes aurinegros, tanto en defensa como en el avance, alimentaron la rechifla nerviosa de los pobladores del cemento.
Pero un penal errado terminó siendo más pesado que un camión de cascotes. Luego del empate casi mentiroso, al equipo de Longo, con dos hombres menos por expulsiones, se le trastocó el esquema y en apenas diez minutos atropelló Peñarol y se quedó con todo lo que había en juego. El 2-1 cayó con un bombazo maestro de Richard Núñez, el tercero fue convertido por el Loco Bueno y el cuarto -doblete de Braian- reventó en la estantería cuando ya no quedaba más tiempo.
Goles son goles aunque el resultado pueda parecer exagerado por la producción futbolística de uno y otro equipo. Pero así es el fútbol. Los méritos son un decorado gris de un vestuario con cabezas gachas y miradas tristes.
Las huestes porfiadas, los estoicos carboneros, aspiraron con tensa calma la victoria. A pesar de que en el primer acto -cuando las cosas no salían-, mientras auguraban que a pesar de todo "Peñarol va a salir campeón..." -con ritmo acelerado y alguna silbatina-, "... cuando se vayan, ésos, los señores, de la comisión".
Después, como toda la vida, gritaron los goles y todo el mundo arrancó para las casas con espíritu de santas pascuas.
En fin, terminó el turismo, empezó el año.
Marcelo Tasistro
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