Todo va sobre vías
Ferro, jugando muy aceitadamente, ganó la primera final de visitante 2 a 0 sobre Atlético Fernandino
Entre el desconocimiento y la ingenuidad, seguramente nadie daría nada por ese flaco medio pelado y de cachetes colorados que se paraba como último hombre en los salteños. Eso, por lo menos, pasaría entre los aficionados fernandinos y del Fernandino, porque es de suponer que aquella media luca de salteños que coloreaban la tribuna que ayer les tocó en Maldonado sabría de las virtudes del tacuaremboense Sebastián García, un delantero centro que jugó en Independiente de Avellaneda y ahora juega en Ferro. Claro, juega como líbero, un tipo que jugaba de nueve-nueve, que en el elenco salteño juega como último hombre.
Los locales, que ayer en las tribunas eran apenas más que los visitantes -y eso no va contra los del Fernandino sino a favor de los intrépidos salteños que cruzaron medio país para estar en las finales-, con seguridad no jugaban ninguna ficha por ese cinco chiquito y medio pelado también que portaba la cinta de capitán y al que los relatores visitantes llamaban Josema.
Te pasa la escoba (barre, limpia y plancha)
La cosa es que desde la posición que dicen que inventó el terrible José Nasazzi, la de líbero, la de hombre escoba que barre en el fondo, el ex centrodelantero devenido último hombre arrancó casi al lado de su arquero el inquieto y elástico Diego Burgos. Tal vez haya descargado en algún compañero y haya ido a buscar la devolución redonda, pero para alimentar el futuro mito de que quitó en su medialuna y se fue hasta el área chica rival, omitamos tal posibilidad y sigamos con el grandote tacuaremboense que, ya volcado casi como wing derecho, apiló de una sola volada a los dos rivales que le quedaban por el camino y mandó el centro de la muerte para que el artiguense que jugaba en Tacuarembó y ahora hace goles para un equipo de Salto, Carlos Vera, enganchara cortito y casi con paso de sambista para la zurda y se la mandara a guardar a Maxi Rodríguez. Iban 25 minutos de juego y, después de una macha iniciación de los locales marcando territorio y ofendiendo sin mucha articulación, pero siguiendo los irracionales preceptos del ser local, los carboneros salteños empezaban a mostrar su fútbol sobre patines, con Di Napoli (Josema) cortando el fainá en mediacancha, Juan Iriarte metiendo ida y vuelta y calidad por izquierda, y Menoni mostrando que además de pelo largo y bandana tenía unas cuantas cosas más para mostrar por derecha. Los salteños, que tenían una estratagema para parar individualmente a los delanteros rivales y salir con rapidez hacia adelante, avanzaban en pocos segundos y arrimaban la bocha para que el Cuervito Fabricio Lairihoy y Carlos Vera empezaran a ser abonados del área rival.
Mirá que el decano empujaba, metía, guerreaba, trataba, pero ya empezaba a haber diferencia entre los rivales.
No me preguntes cómo porque no te lo voy a poder contestar, pero Josema Di Napoli cazó una guinda en posición de cinco, levantó la cabeza para jugarla redondita a sus compañeros y se dejó llevar por la gula y la ambición de marcar un gol casi imposible. El chiquito salteño sacó el chutazo de allá lejos, muy lejos. Maxi Rodríguez retrocedía, quería llegar, pero casi todos los testigos presenciales de aquella extraña situación ya vislumbrábamos que sería -como fue- un golazo. Apenas había pasado media hora de juego y ya estaban 2 a 0 a favor de la visita.
Te enamora
Por si fuera poco, ese equipo que en carácter de visitante se colocaba dos tantos arriba en su debut en las finales del campeonato más importante que puede ganar, empezaba a enamorar a propios y extraños con un fútbol claro conceptualmente, con protagonistas simples y precisos y con una vitalidad propia de un equipo que se prueba el disfraz de arrasador.
Los dos colectivos remarcaban en cada acción su impronta, su modus operandi, su forma de ser en la cancha, y entonces para el segundo tiempo el albirrojo salió como tromba, con tres puntas, y comenzó a cargar más y más. No se veían posibles resultados, sí muchísimas ganas y una clara estrategia de neutralización de los salteños, ahora un casillero más atrás en la cancha, que aguantaban a pie firme y planeaban -sólo planeaban- dar el paso dos hacia adelante mediante contragolpes. Esa situación se precipitó cuando el árbitro le mostró roja directa a Cristian Eguren por cargar contra el golero salteño y el juego se hizo aun más desparejo.
Una locomotora
Ferro paseó buen fútbol por Maldonado, pero aun así los correosos e inclaudicables fernandinos generaron una situación de cuasi empate a través de una pelota larga que luchó, como en toda la tarde, el interminable floridense Raúl Icasuriaga, que en dos toques, recepción y gambeta, generó un remate penal que ejecutó el veterano Marcos Fernández y atajó Diego Burgos.
Desde ese momento fue dominio, seguro, preciso y sin sobradas, de Ferro, que tuvo dos o tres oportunidades claras de llegar a sumar más goles.
Fue lindo, muy lindo. Fue una final entre tipos que, a su manera y de acuerdo a sus desarrollos colectivos e individuales, nos hicieron vibrar a los pobladores de las tribunas, a aquellos vecinos que fueron a ver a sus conocidos, sus primos, sus amigos, a aquellos que integraron la larguísima excursión que debió atravesar el país de Salto a Maldonado.
Valió la pena.
Rómulo Martínez Chenlo
Primera final de la 6ª Copa Nacional de Clubes del Interior
Atlético Fernandino 0-2 Ferro Carril de Salto
Estadio: Campus Municipal de Maldonado
Goles: 25' Carlos Vera (FC), José María di Nápoli (FC)
Incidencia: En el segundo tiempo el arquero de Ferro Carril, Diego Burgos, tapó un penal
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