martes, 12 de mayo de 2009

Duele

El ambiente del básquetbol no logra obtener una respuesta sensata ante la tragedia
Las lágrimas por esos niños absurdamente asesinados nunca pararán. Ese dolor que quema las entrañas no es negociable por ningún homenaje, reconocimiento o acto de justicia humana o divina. Es muy posible que muchos de nosotros, aldeanamente emocionales, no podamos creer que esa tragedia cotidiana haya sucedido en el deporte, pero tenemos que creerlo: esos niños de nombre Rodrigo, tiernos enamorados de Aguada, ya están en el cementerio.
Con gritos enervantes y propuestas altisonantes, los señores que cuando no hay básquetbol miran a Susana o a Tinelli, los que se cruzan en los pasillos del canal mientras están armando los clips de sangre y asco, los que tienen códigos y ejercen la violencia sólo en broma, reclaman prisión perpetua, pena de muerte y bajar la edad de inimputablidad, y habilitan el coro que ellos mismos integran junto a operadores políticos para dar el tiro fácil y falluto que apunta arriba, bien arriba y que, en forma repugnante, pretende canjear muertes por votos.
Padilla pide una cárcel como Guantánamo para que hagan confesar a los asesinos. Otro escucha a un coracero que se siente reprimido porque no le dejan pegar. Otros, o casi todos, le sacan el culo a la jeringa. Ninguno de esos jerarcas, mandos medios o estamentos básicos hace autocrítica, y no sólo miran para otro lado sino que, como si fuera un couplé de carnaval, apuntan a Daisy Tourné y a Héctor Lescano, al gobierno de izquierda, a Tabaré Vázquez y a quien sea.
Responsabilidad limitada
“Si nos compete alguna responsabilidad en estos hechos trágicos, vamos a asumirlas todas y vamos a definir claramente que 25 de Agosto deja de practicar básquetbol”, dijo Carlos Garat, vicepresidente de los de Villa Dolores, en referencia a la postura del club acerca de un eventual fallo de la justicia que asocie los asesinatos del viernes 8 con personas vinculadas a la institución. Entrevistado por 13 a 0, Garat eligió esa frase para pararse ante uno de los posibles escenarios resultantes de las investigaciones en curso.
La afirmación del dirigente prácticamente no dejaría lugar a la objeción si no fuera por la forma como el propio Garat delimitó el terreno entre lo que es achacable al club y -por oposición- lo que excede su responsabilidad: “En nuestra intimidad, estamos convencidos de que ningún hincha de 25 provocó estos disparates”, dijo antes de mencionar que a los sospechosos de la autoría de los hechos convendría preguntarles los nombres del canchero, la calle del club y cinco jugadores de su plantel.
La suerte de examen oral sugerido por Garat, que ha cargado sobre sus espaldas la difícil pero necesaria representación de 25 de Agosto ante los medios desde que se conocieron las dos trágicas noticias, desliza la posibilidad de que personas ajenas al Veinte hayan materializado los asesinatos del viernes pasado. Una manera de llevar la discusión hacia un terreno de interpretaciones capaces de relativizar frases tan tajantes como la que se transcribe en el primer párrafo.
Siguiendo esa línea podría debilitarse la teoría, hasta ayer mayoritariamente indiscutida, acerca de la responsabilidad de su institución, si no fuera porque una afirmación postrera vino a relativizar lo ya relativizado: luego de decir que luchar contra la violencia “es mantener un club deportivo abierto”, el dirigente aclaró que su institución no tiene “fuerza para evitar otro tipo de violencia”.

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