Uruguay venció 2 - 0 a la escuadra guaraní con tranquilidad y categoría en un Centenario colmado La pelota pasó cortando el aire caliente. Como si fuera una víbora enroscada en sí misma, vibrante y venenosa.
El área paraguaya está irrespirable. La indiada irritada presagia el destino de la humareda, del sudor, los manotazos en el borbollón, las miradas fieras. La mítica catedral charrúa se estira y se contrae igual que una lombriz ciega.
El Canario Lugano, como siempre, levantó las cejas casi exageradamente, con intención de meter el retruco y liquidar todo el asunto.
Una especie de hechicero de la cancha de arriba. Desde la punta derecha, Luis Suárez, mandó el centro perfecto, con efecto banana, una limpia comba desde tribuna Olímpica hacia el rincón de la América.
El zaguero celeste metió pechera, a lo capitán de barco.
El Palito Pereira -que jugó un partidazo soñado metiéndole fuego al fútbol celeste- cortinó a Da Silva y la bola llegó quemando al punto exacto en el momento que Lugano saltó con alma y vida y le metió un bombazo seco con la frente para colocar el esférico blanco bien al fondo de la red. Temblaron los piolines y tembló todo el mundo. Hasta el dirigible inflado de los teléfonos casi sale disparado hacia la cumbre del hospital.
El estruendo subió en espirales hacia un cielo de un solo color, ese techo eterno llamado cielo de cuanto hermano anda respirando por ahí.
Celeste soy que no ni no, a puro corazón.
El entusiasmo contagiado cuando el 2 - 0 quedó dibujado en la pantalla gigante y volvió a marcar el ritmo de los corazones, con la ilusión de la selección uruguaya que cerró así un resultado fundamental en la complicada batalla por llegar al mundial de Sudáfrica 2010.
Uruguay venció finalmente 2- 0 con goles de Forlán y Lugano ante el combinado de Paraguay, que por algo está primero en el clasificatorio a fuerza de un fútbol agresivo, rápido y frontal, que ha obtenido muy buenos resultados.
El match tuvo un desarrollo parejo. Uruguay mostró un andamiaje ordenado en sus líneas y encontró el primer gol en un zarpazo justo.
Sorprendiendo en primera instancia con una línea de tres final que cumplió su objetivo y una mitad de cancha con cuatro volantes que metió piernas de principio a fin. En los primeros minutos Paraguay dominó y controló el útil e incluso generó un par de ocasiones peligrosas. Cuando el reloj se acercaba inexorablemente a la primera media hora de fútbol, Godín sacó un pelotazo desde el fondo hacia la posición de Suárez, éste metió un amague maestro y tocó hacia el medio el balón.
El rubio Forlán llegó de frente y apretó la pelota con pierna derecha para anotar el 1 - 0 parcial que estalló como una bomba retardada.
Enseguida, bajo un sol de fuego, arrancó a todo candombe una cuerda de tambores que desfiló por la platea con más frenesí que en Isla de Flores.
Cuando la ola de la tribuna empezó a girar en esa calesita mágica que arma la gente, se cortó abruptamente al llegar a la Colombes.
Los paraguayos no agarraron la onda.
Porque Uruguay ganaba bien, tranquilo, controlando tácticamente el juego y edificando la victoria para obtener tres puntos impostergables.
En el pizarrón del Maestro quedaron expuestas sus mejores tesis. Tabárez pidió concentración, esfuerzo y paciencia colectiva.
Viera en el arco aportó seguridad, Cáceres, con zapatos verde flúo tiene más velocidad que Linterna Verde, Palito Pereira (que cuando era mono no lo vio nadie y luego fuera bautizado como el "Hijo de Pelé" por la máquina de inflar porteña) jugó un partido impresionante con clase y categoría; arriba el fútbol endiablado de Suárez para desequilibrar en el primer gol y colocar en el segundo, una guinda combada perfecta. Cuando los paraguayos quisieron reaccionar ya era tarde.
Tabárez armó la línea de cuatro, movió las piezas, le quitó ritmo al fútbol vertical guaraní y terminó cerrando cualquier chance de descuento.
Uruguay cumplió un muy buen rendimiento ante el equipo que más puntos ha ganado y que sigue primero en la tabla.
El fuego ya está prendido, que no falte leña.
La celeste está viva y la única manera de alimentar el sueño de jugar el mundial es ganando, partido a partido. No hay otra.
Para que todas las gargantas vuelvan a vibrar con la camiseta celeste de toda la vida.
Marcelo Tasistro