Con goles de Julián Lalinde y Elías Ricardo Figueroa, Liverpool le ganó 2-1 a Peñarol
Fue raro. La atmósfera se puso pesada. Todo muy negro y azul. Al infierno en un santiamén. Con la mente llena de humo y casi sin saber por qué. Uno no sabe si viene una bomba de agua o se desploma ruidosamente la estantería en el Estadio.
Todo fue como un relámpago, una luz encandilando. La escena fue fugaz. De un golpe, con un cuchillazo violento. El filo cortó el aliento y estalló feroz en las gargantas de los muchachos de Liverpool cuando la tarde, bien gris, se desmoronó como un plomo redondo en el chasquido de la red. Cayó igual que una plomada cuando se hunde en el mar.
En menos de lo que canta un gallo, la globa pasó girando por arriba en el área y atropelló el sanducero oriundo de Casa Blanca y con nombre famoso -Elías Ricardo Figueroa-, para meter un cabezazo que definió el asunto. Fue un 2-1 que explotó como una bombarda de colores con efecto retardado.
El reloj giraba, la presión subía. No faltaba nada. Mientras los negriazules gritaban como locos, la hinchada aurinegra sentada en un resorte eléctrico le empezó a recriminar al técnico carbonero y, como siempre, a los señores dirigentes. Así es el fútbol. No tiene vuelta. Nadie aguanta nada.
El oxígeno se tornó espeso y las miradas casi inyectadas se clavaron como puñales en la figura del gladiador Ribas. La pasión reventó en el aire cuando, faltando apenas dos o tres minutos para el tiempo reglamentario, Pezzolano mandó un centro al área y el corpulento sanducero, con tremenda polenta conectó el cabezazo que estalló con euforia.
Pero fue raro. Antes de eso, estaban 1 a 0 y ganaba Peñarol, con diez hombres batallando en el coliseo, centímetro a centímetro en el pasto. Cuando terminaba el primer acto, Mozzo sirvió una guinda larga al carril derecho. Ramis le metió velocidad como puntero -bien abierto y allá arriba- sacó un desborde y un centro al área para que Richard Núñez colocando el 1 a 0 en los piolines mandara a gritar a todo el mundo.
Fue un 1 a 0 mentiroso. Peñarol encontró el gol ante un Liverpool que peleó hasta el final.
En la segunda parte, Favaro mandó al campo al floridense Julián Lalinde que entró en lugar de Vázquez. El árbitro determinó la expulsión del veterano Darío Rodríguez restando un hombre en el esquema aurinegro. Ingresó Jonathan Piriz por el Loco Pérez para acomodar las líneas. Peñarol logró por varios minutos controlar el juego, incluso el juvenil Ramis tuvo alguna chance más de marcar. También lo intentó Mozzo.
Pero un 1 a 0 en el fútbol nunca es ventaja.
A la mitad del segundo tiempo, batalla Liverpool a todo o nada. Casi enseguida, al borde del área, Lalinde conectó un derechazo rasante, a medialtura, que puso a batir cocoa en todos los corazones. Fue un golazo, inatajable.
Fue un 1 a 1 parcial que empezó a quemar el silencio.
Faltaban dos minutos y se incendió la esperanza. Liverpool terminó ganando sin sobresaltos y haciendo lo que hay que hacer: meter la guinda en la red.
Marcelo Tasistro
domingo, 10 de mayo de 2009
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