lunes, 6 de abril de 2009

Carlitos es Gardel

Bueno sumó un guante a los dos del arquero Sosa y Peñarol sacó tres puntazos de Tacuarembó.

Casi colmado, el Goyenola ardió entre insultos de hinchas indignados con el desenlace del partido, cuando Bueno picó la pelota de la victoria con una frialdad que parece reservarse sólo para hacer goles. Antes había mostrado la otra cara, la del futbolista capaz de entreverar el partido más pulcro. La que sacó del corralón a Peñarol y generó el penal que el artiguense pateó con un guante a 3’ del adiós para poner el 1 a 0 final. Pero si Carlitos pudo contar la historia, fue porque las manos de Sosa defendieron a muerte el respirador que mantuvo con vida a un Peñarol acorralado. Tacuarembó fue superior desde el comienzo y tuvo un jugador más durante más de medio partido. Sin embargo, sus méritos quedaron a la sombra de una falta de concreción alarmante, capaz de arruinar una tarde a cielo abierto.

El callejón que desembocó una y otra vez en las manos del golero carbonero, empezó en las salidas de Burutarán, los cambios de frente desde y hacia Baltasar Silva y el fútbol fino de Maureen Franco. El ex Nacional recibió cuanta patada hubo, entre toques cortos y encares incómodos para la defensa visitante. Hubo algo de eso en la rápida salida de Arias, que se ganó una de las amarillas desencadenantes de su expulsión por pegarle al zurdo.

La pulseada del medio también fue rojiblanca. Pozzi y Pereira fueron dos tractores dignos de la Expo Prado, generalmente superiores a sus colegas de Peñarol. El doble cinco locatario se comió las piernas de Núñez y el juvenil Ramírez, los dos volantes más ofensivos que Ribas colocó en la línea de tres que se adelantó al tapón De los Santos. Pacheco, que acompañó en punta a Ramis, también pagó ese peaje. Su compañero de ataque fue el único que complicó a la última zona local, mediante una presión que pudo haber sido mejor aprovechada si no lo hubieran dejado tan solo.

Ribas, ya en el segundo tiempo, se la jugó para lavarle la cara a un equipo impotente. No fue cuando puso a Federico Pérez para abrir el segundo tiempo, porque el lateral bailó al son de Franco y Jonathan Ramírez. Tampoco al darle ingreso a Braian Rodríguez, que peleó generalmente sin suerte. La movida llegó a 9’ del final. Bueno entró por De los Santos, el técnico decidió que el mediocampo pagara la inferioridad numérica y cerró el partido con tres en punta. Ingresó para revolver, para que Navarro Montoya y los del fondo tacuaremboense pasaran -al menos por un ratito- las que pasaron sus compañeros Sosa, Ithurralde y Darío Rodríguez.

Así llegaron penal y victoria a lo Peñarol. En un estadio montado para el festejo del dueño de casa, se fueron afónicas las mil gargantas que coparon el sector visitante, atraídas por una victoria inmerecida pero milagrosa. Llegaron desde Montevideo en tren de paseo, a tono con la Semana de Turismo. Pero, si cuando llegue el momento de la cuenta final se encuentran dando la vuelta olímpica, jurarán decir para siempre que la victoria ante Tacuarembó fue en Semana Santa.

Martín Rodríguez

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