lunes, 6 de abril de 2009

La alfombra mágica

Defensor derrotó 3-2 a Nacional en arremetida espectacular con dos goles de Diego De Souza


Diego de Suoza - Figura del partido

Nadie entendía nada. Fue un fogonazo para dejar ciego a cualquiera. Un resplandor imprevisto, igual que una bola de fuego rodando en una bajada.

La guinda pasó en el aire envuelta en una aureola violeta soplando torcido. Venía enroscada, como envenenada, filosa igual que una daga. Los relojes cumplían el tic tac llenando los segundos con cada latido, en cada mirada, igual que una bomba de precisión exacta .

Ya no quedaba más nada. Apenas el aliento infinito, la pasión que nunca falta. Nadie imaginó semejante definición. El quiebre de la lógica que alimenta el fútbol eternamente. Todos quedaron roncos. Miles de gargantas infladas como un pez globo.

A una bocanada de la explosión. De que reviente todo a la mierda. El zumbido penetrante del gol final descargó la adrenalina de la euforia y de la calentura. Repartió el dolor y la alegría. Con estruendo pasional y lenguas viperinas.
Diego De Souza, -un talento de categoría mayor- fue el héroe de la jornada.
Cuando metió el tercero, -un 3 a 2 insospechado para dar vuelta un resultado increíble que confirmó a Defensor puntero e invicto- le tocó vivir de alguna manera el largo sueño de tocar el cielo con las manos.

Después vinieron las palmadas de los infaltables tocanucas de vestuario, los abrazos pegajosos, el besuqueo y las sonrisas triunfales.
Antes de eso, - un minuto y medio antes- había atornillado con un violento tiro penal el empate agónico 2 a 2, cuando el zaguero Victorino le cometió la infracción máxima al petiso Vila y el juez sin titubeos señaló el punto fatídico.
Entonces los signos de interrogación parecieron quedar dibujados en las caras pálidas de la hinchada tricolor.

La dinámica del primer tiempo se resumió en un partido parejo, con un cabezazo del palmirense Fernández tras centro del argentino Domínguez para abrir el marcador y el posterior empate parcial también de cabeza del Tecla Gaglianone para el 1 a 1.
Quedó solamente para la anécdota el 2 a 1 parcial favorable a Nacional, cuando el Nico Lodeiro tomó las señales de humo del Cacique Medina y mandó la globa al fondo de la red.

Faltaban allí apenas siete minutos. En la hora de la agonía -a los 45'- llegó el empate misterioso desde el punto blanco. Y en el tiempo adicional explotó la ovación violeta cuando De Souza le pegó al arco y el golero albo -que fue a tapar un cabezazo que no se produjo- quedó en falsa escuadra.
Despavoridos algunos, desalentados todos. Se tiraron por las escaleras igual que si volaran en la bajada ondulada de la vieja alfombra mágica. No había risas, había miradas calientes, había amargura en el aire que respiraban los del Parque Central.

Para Pelusso, la defensa es el lugar donde no se pueden cometer errores.
A Nacional le faltó concentración en los últimos minutos y en forma increíble dejó escapar el triunfo y el ascenso en la tabla de posiciones. Ahora viene River, la historia sigue.

El Defensor del Polilla confirmó su liderazgo con un equipo sólido, una defensa firme y resuelta y con armas colectivas para ensayar el poder ofensivo y pegar donde duele, ese objetivo llamado red. Defensor sigue expreso en la tabla anual, luchó el partido hasta el último aliento cuando parecía que todo estaba perdido y se llevó los tres puntos en una arremetida espectacular.
La gritería violeta quedó resonando en el Parque Rodó entre luces de colores y ruidos de campeón.

Marcelo Tasistro

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