jueves, 18 de septiembre de 2008

Boquitas pintadas

Diferencias entre lo verosímil y lo real sobre el ring
Una extraña conjunción entre una bonita joven que arrancó para el box, la preferencia del presidente por el deporte, un programa estatal para combatir las drogas mediante el boxeo, promotores con buen manejo de marketing y un cúmulo de informaciones sin mucho rigor nos hacen dar por sobreentendido algo que nunca sucedió: el título juvenil de la WIBA (Women International Boxing Association) no estaba en juego porque la oponente de la uruguaya subió al ring con 25 años.

El sábado, con mucho bombo, buena prensa -que no siempre dice las cosas como son- y hasta Tabaré Vázquez como seguidor, el Palacio Peñarol fue escenario de una nueva pelea de box, con la campeona Chris Namús encima del escenario y su título como campeona de una categoría juvenil de una de las tantas organizaciones que regentea el box femenino en estreno. La noticia llegó a ser divulgada por el portal de Presidencia (www.presidencia.gub.uy) -de hecho el lanzamiento fue en el salón de conferencias del Edificio Libertad-, donde además se difundía que sería televisado por la pantalla de Tenfield, VTV. Nosotros también estábamos ahí.
Me cae bien la Namús pero no me gusta que me metan el perro: la hincha de Goes es campeona juvenil de la WIBA y Leticia Rojo tiene 25 años, por lo que de ninguna manera se podía dejar sobrevolar que estaba el título en juego.
A la hora que Drácula y compañía salen de gira por los boliches, cuando Nosferatu acomodaba el codo en la pegajosa barra del bar, pasada ya la medianoche del sábado, Chris Namús le encajó terrible bombazo arriba de la ceja -produciéndole un corte encima del ojo izquierdo- a la boxeadora brasileña Leticia Rojo y puso el satélite en órbita. La mandó knock out a la lona con un derechazo bárbaro.
Enseguida la fue a abrazar, solidaria, luego del conteo final. Ella, la Rojo, estaba con la mirada perdida. La cara roja como un tomate de la paulista en desgracia.
La llegada al ring de la pugilista brasuca, que estaba en el lugar 15 en el ranking de esta organización, estuvo acompañada por una sonora batucada rodeada de morenos vestidos con camisas satinadas celestes, y ella danzó ágiles pasos de samba previo al combate.
Las bonitas azafatas estaban impecablemente lookeadas, producidas para la ocasión: mucho brillo, gel abundante, labios brillantes, polvos mágicos en los cachetes, boquitas pintadas, zapatitos nuevos, perfumes de onda y mucha pelu, y recibían piropos de todo tipo y color. Ahí, donde se cruzan extrañamente la picardía con la grosería burda.
La uruguaya Chris Namús, que figura décima en el ranking de la WIBA, y que debido a la escasez de jóvenes veinteañeras (¡sólo dos de las veinte categorías incorporan la figura de youth champion!), debió disputar su título juvenil frente a la mexicana Perla Reyes, de una categoría de inferior peso (liviano) y que en el ranking correspondiente de la WIBA está en el lugar 18. Namús llegó a la arena con ritmo de candombe, su enigmática sonrisa dibujada, rastas prolijamente alineadas y una fuerza exuberante para mostrar, y no defender, el título de la WIBA, campeona mundial juvenil de boxeo femenino.
La WIBA fue fundada en 2000 por el estadounidense Ryan Wissow, un joven de 33 años criado en Fort Lauderdale, Florida, donde se hizo boxeador amateur. Después de relacionarse con la protegida de Don King, Christy Martin, Wissow se hizo boxeador profesional y peleó cinco veces hasta que tuvo problemas con la Comisión Atlética del Estado de Florida y se arrimó al boxeo femenino. Ryan es el presidente y dueño de la WIBA y trabaja en asociación con el colombiano Luis Bello Díaz. Ryan, además de presidente, es el dueño de esta organización.
Existen otras organizaciones que velan por el boxeo femenino profesional. La sopa de siglas comprende a la IWBF (International Women's Boxing Federation), creada en Huntington, Nueva York, en 1992; la IFBA (International Females Boxers Association), creada en 1997; la WIBF (Womens International Boxing Federation), de Miami, Florida; y la WBC (World Boxing Council), que abarca tanto al boxeo profesional de hombres como al de mujeres y es una de las cuatro organizaciones con mayor reconocimiento en el complicado universo del boxeo organizado.
No sé por qué pero uno imagina una pelea de mujeres con muchos chillidos histéricos, agarradas de pelos, pataleos, arañazos o algún sartenazo. Pero no. Por algo la entrada al ring-side del Palacio Peñarol costaba 500 pesos y las populares apenas 100.
Las dos boxeadoras se plantaron en el ring. Sonó el gong. La uruguaya amagó varias veces con swing pesado, tiró derechazos y ganchos llovidos.
Al correr de los segundos -que parecen siglos arriba de un ring- cada round de dos minutos fue llevando el combate hasta el sexto. En el quinto, sentada en el banquito, con la cara embadurnada en crema y bebiendo agua a chorros, la brasileña Leticia Rojo, contadora de profesión, se vio venir la noche, la maroma infernal, el largo sueño. La uruguaya la cagó a trompadas.
La Namús automáticamente puso el chip de su simpática sonrisa de 20 añitos y se acomodó el cerquillo de peluquería, mientras un rugido de alegría resonó en el Palacio Peñarol.
Su contrincante, Leticia Rojo, cayó rendida casi groggy con un montón de ruidos en la cabeza. Mucho ruido. Ruidos de samba, de recetas de cocina y de una película con un galletazo seco que se comió de la uruguayita Chris Namús, que sonó como una sandía cuando se cae del camión.
Ahora que se le pasó y le dejaron de molestar los puntos, ya anda pidiendo revancha y su representante, Sergio Batarelli, que también lo es de la campeona de la WIBA, la serbia-brasileña Duda Yankovich, otro bombonazo asesino, mirá la foto si no -la gran campeona es la francesa Anne Sophie Mathis, que tiene los cinturones WBA, WBC, WIBF y UBC-, parece que ya está armando la cosa en el Conrad.
MT y ME

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