domingo, 5 de octubre de 2008

A once pasos de la orilla

VIBRANTE EMPATE EN BELVEDERE
Liverpool y Rampla se sacaron chispas en la mañana dominguera. El local dominó casi todo el partido, y aún con un jugador menos logró dar vuelta un marcador adverso. Sobre el cierre, a punto estuvo de ganarlo de penal, pero a punto también de perderlo en la última del partido.
De entrada Liverpool se plantó como para llevarse puesto al picapiedra. Los volantes laterales y las estocadas de Pezzolano servían de motor para las pelotas que buscaban tanto a Alfaro y Peinado. Los puntas se mostraban siempre receptores a raíz de una movilidad constante para burlar sus marcas.
El planteo de Castelnoble intentó neutralizar el juego dinámico del negriazul, pero la insistencia y profundidad del rival parecía que terminaría tarde o temprano doblegando dicha estrategia. Sin embargo, en un contraataque aislado sobre los trece minutos apareció Facundo Martínez, que con un pase finísimo habilitó a Merlo que definió muy bien ante Castro.
La primera mitad se fue con la misma tónica de todo el partido, con la leve diferencia de que Rampla se aglomeró más atrás aún y casi no respondió en ataque. Con diez hombres desde el final del PT el panorama para Liverpool era sombrío, pero en ningún momento se notó la ausencia y en complicidad con la pasividad de Rampla, los hombres de Liverpool duplicaron en convicción.
Entonces a nadie extrañó el empate de Alfaro porque el local ya era una tromba a esa altura, y poco después, como aprovechando el envión, llegó el segundo anotado por Pezzolano. Restaban diez minutos para el cierre y recién ahí Rampla despabiló y dejó de pensar en el arco propio. Y poco le costó llegar a la igualada, cuando producto de un feo error en la salida de Liverpool, la pelota derivó en un centro que encontró sólo a Mauricio Rosa sobre el segundo palo.
Todo el mundo de pie para el epílogo que regaló unas cuantas emociones. Porque ni bien repuso Liverpool desde el medio, Pezzolano casi anota y dos minutos después el propio Pezzolano se encontró cara a cara con la hazaña, cuando a su cargo quedó un tiro penal. Inexplicable el disparo bajo, suave y al medio que ni méritos tuvo Montes de Oca en atajarlo. Y en la última de las últimas, el justiciero horizontal le dijo que no al picapiedra, que casi se roba un partido del que mereció irse perdedor.
Rodrigo Ubilla

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