Con un gol en contra y otro de penal dudoso más dos anotaciones de Maureen Franco, Peñarol y Cerrito empataron 2-2
No hay magia en estos lunes de oficina. Hay que mirar la tragedia del almanaque y cuidar la billetera como si fuera un tesoro en una isla perdida. Igual que los caramelos en el bollón, que siempre te falta alguno. Un domingo sin fútbol es peor que aguantarle la cara al jefe casi primo hermano de Maquiavelo.
Cuando empezó a sonar el pororó de las bombardas el humo con pólvora pinceló el techo azul y allá abajo 23 tipos corrían como locos. La guinda en el medio de la licuadora. El pasto verde, el murmullo y el griterío. Entre las banderas sin plancha y el humo espeso nadie imaginó el futuro 0 a 0 del primer tiempo.
El camión de Cerrito pasó por Ramón Anador como flotando en una nube psicódelica, rumbo al estadio. Me pareció verlo al flaco Mick Jagger, el líder de los Stones, huesudo, peludo, cantando sin remera casi desquiciado colgado de la caja del camión.
Fue un partido complicado, raro. Arrancó enredado con piernas por todos lados. El juego es dinámico pero inconexo. No hay pausa, es todo apurado. Por momentos desordenado. Maureen Franco complicó siempre, fue como un cuchillo entrando en manteca caliente. Ya al principio nomás metió un par de amagues y sacó un zurdazo potente. Cerrito estuvo cerca de abrir el marcador ante una línea final carbonera que sufrió de continuo los movimientos de Franco llevando peligro. El primer tiempo fue casi terrible, lleno de buenas intenciones y casi ninguna calidad de resolución.
El segundo acto arrancó sin variantes en Cerrito. En filas mirasoles Púa mandó al campo al Pollo Olivera en lugar de Martinuccio.
Al rato, con gol en contra pasó a ganar Peñarol. El zaguero Canosa intentó despejar de cabeza y la clavó limpita en el ángulo de su propio arquero. El canto manya surgió poderoso como un trueno.
Entonces Cerrito apeló a su goleador Franco -un artillero que siempre está- y en pocos minutos llegó el empate. Fue un golazo. La globa venía envenenada, la agarró como un hipnotizador de serpientes, metió gambetas y definió con un tiro seco para dejar a Sosa sin asunto. Fue el 1 a 1 justo, con algo de liga y mucho de olfato de área. Después vino un penal polémico y Pacheco puso el 2-1 carbonero.
Ya antes, al Tony le pusieron una mano en el hombro y se desplomó igual que si le hubieran pegado un escopetazo. Más tarde, cuando el juez señaló el punto blanco de inmediato quedó rodeado de camisetas amarillas protestando. Porque el foul inicial fue afuera del área.En el penal -aunque el golero Castro alcanzó a manotear el esférico- la bola potente fue allá abajo y explotó el estadio. Faltaban apenas quince y estaban 2-1.
Balerio metió dos cambios. Héctor Foletti corrió imparable por la banda derecha y en el área apareció otra vez Maureen Franco para meter una tremenda cuchillada fría como un helado palito de limón. El artillero auriverde anticipó a los zagueros y convirtió con pierna derecha.
En los descuentos fueron con todo. Un remate de Brian pegó en un palo y se terminó la película. Todo terminó con la sangre caliente y las gargantas secas.
Los minutos finales pasaron veloces y el 2-2 cerró el domingo. Hoy Maquiavelo tiene cara de imbancable.
Marcelo Tasistro
lunes, 9 de noviembre de 2009
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