jueves, 13 de agosto de 2009

Perdimos la batallita de Argelia

El resultado negativo es lo de menos pero en tres semanas esperan Perú y Colombia
El 1-0 en contra con que terminó el amistoso jugado en Argel debe haber servido, como siempre en estos casos, porque los entrenamientos y partidos de preparación son pocos y muy necesarios, pero dejó ese gustito al que no nos acostumbramos, muchas veces nos falta algo para ganar y, peor, casi siempre cosechamos menos de lo que sembramos.

Los jugadores de ellos, los argelinos que ya casi están adentro del Mundial que se va a jugar en su continente, desempeñan sus carreras futbolísticas en su mayoría, en medianos clubes europeos. Juegan en Escocia, Inglaterra, Alemania, Portugal, Francia, Italia y/o Grecia en el Rangers, Portsmouth, Bochum, Lorient, Lazio, Borussia Mönchengladbach, Wolfsburgo, Siena o AEK.

Los nuestros van a disputar en pelea casi desesperada las últimas plazas posibles por ir al mismo destino sudafricano y están en clubes de similar poderío de España, Italia, Portugal, Argentina, Holanda o Grecia en el Villarreal, Porto, Ajax, Argentinos Juniors, Bánfield, Catania, Palermo, Aris Salónica.

En esto el panorama es bien parecido. Hay pocos entrenamientos conjuntos, las preparaciones se hacen a largo plazo utilizando retazos de tiempo robados con persistencia organizativa a los clubes propietarios de la materia prima, clubes de escasa monta en sus torneos locales se llevan a los que apenas despuntan como buenos o muy buenos en nuestros clubes más destacados. Somos dependientes, producimos para exportar y retroalimentar la maquinaria.

Ahora bien, me pareció –sólo me pareció a mí mediante la versión televisada como no me gusta ver el fútbol- que ellos, los africanos del norte, dribleaban más que los nuestros, trataban con más fluidez la pelota cuando la conducían, cuando esquivaban a nuestros jugadores, me pareció que intentaban jugar más colectivamente y con más velocidad.

Si Argelia trató mejor la pelota que nuestros duros mediocampistas, si hasta amagaban más que los nuestros –el engaño del rival es fundamental en el fútbol- y si, como me anoté para no olvidarlo, allá por los 20 a 30 minutos del segundo tiempo mostraban más cohesión que los vestidos de celeste, daban la impresión de estar más conectados y de utilizar mejor los tiempos y los espacios, hay que pensar por que nos pasa eso. Entonces, tal vez no sea casualidad que hayan conquistado el gol a los 33 minutos del tiempo final, creo que en el primer tiro franco sobre el arco defendido por Martín Silva, en una jugada excelente, porque ese 10 –Rafik Sausi- que entró para el segundo tiempo tiene mucha calidad y, en esa jugada, hizo un toque que fue recepción, pase y pelota acomodada para el gol de un compañero, todo en la misma acción. Y en el tremendo tiro que sacó el otro Rafik hubo decisión y mucha experiencia. Fue inatajable ese disparo al gol que infló la red, pero quiero que alguien me explique –algún entrenador de goleros que los hay y muy buenos en la propia selección- por qué en esa circunstancia de un tiro que entra por arriba un golero se agacha y pone la rodilla en el piso en vez de saltar o erguirse lo más posible.

Al margen de este detalle ínfimo en que me detuve, debo decir que la selección uruguaya tuvo más llegadas al área rival, la mayoría de ellas por arriba, atacó más que el rival y tuvo una actitud protagónica en mayor proporción que el rival.
Por eso quedaba constancia en el comienzo que se ha vuelto normal que este equipo de Tabárez no cobra en el arco rival todo lo que gana en dominio territorial o de pelota, que fabrica más que concreta, que siembra bastante y cosecha poco. Esto desde aquel excepcional partido ante Brasil en la primera rueda –aunque no se ha podido repetir a cabalidad- donde se jugó de maravilla…y perdimos. Quedan cuatro partidos para encontrarle la vuelta a estas cuestiones e ir por una clasificación directa o la posibilidad del repechaje en una clasificatoria mundialista muy, pero muy difícil. Pero no hay por que negarlo, estamos preocupados…como debe estarlo todo el cuerpo técnico.
Jorge Burgell

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