viernes, 14 de agosto de 2009

Preparen, apunten, erren

Liverpool, Cienciano y el 0 a 0 más injusto de la historia
Pocas veces la combinación de una defensa tan mala (como la de Cienciano) y de un ataque generador de tantas situaciones de riesgo (como el de Liverpool) desemboca en 0 a 0. Por eso, con la negra y azul puesta, digo que difícilmente un partido pueda volver a dejarme la impotencia que me dejó el que uruguayos y peruanos empataron sin goles en la fría noche del Centenario, que contó con cerca de 5.000 negriazules a tono con la histórica jornada que vivían. Liverpool jugó su debut internacional con ganas de volverlo inolvidable, mató a pelotazos a un equipo limitadísimo pero batió el récord mundial de goles errados. Los peruanos festejaron un puntazo que Liverpool busca con microscopio. La incuestionable superioridad locataria y la certeza de que la revancha en la altura de Cusco será tan difícil como todos los partidos jugados en esas condiciones, lo vuelven minúsculo.

El segundo tiempo agotó las posibilidades de malograr situaciones. Liverpool terminó con tres puntas, con Pezzolano pegado a los dos de arriba y Figueredo y Patritti llegando desde atrás. Contó con las falencias de una defensa visitante que volvió peligrosas hasta las jugadas menos pretenciosas, pero se especializó en dejar balones en los taludes. No menos de diez chances claras, con dos tiros en los palos incluidos, dejaron la impresión de que Liverpool no estaba para meterla ni en el arco iris.

El final reprodujo la tendencia vista en los primeros minutos. A juzgar dicho pasaje, al equipo del Belveder el pasaporte le quedó bien. Empezó corriendo, ejerciendo una presión que puso contra las cuerdas a su rival. Forzó faltas en las cercanías del área, desbordó y desnudó problemas y problemones en la línea final del adversario. Los peruanaos jugaron al distraído en dos tiros libres frontales casi calcados por Carlos Sánchez, que tempranamente redujo su defensa al estatus de colador. Las primeras llegadas con pelota dominada tuvieron su mejor expresión en las carreras de Rodales, que se inspiró en el aliento que hizo bajar el buen grupo de hinchas que pobló la Olímpica, y un par de veces dejó pintados a sus marcadores cuando intentaron cerrarle la línea.

Cienciano no mostró casi ninguna de las virtudes atribuibles a los (viejos) equipos peruanos. Si no se defendió con la pelota al estilo del fútbol del Pacífico cuando Liverpool pagó las consecuencias del copamiento de la cancha y bajó las revoluciones, mucho menos lo hizo en los instantes más negriazules. A la luz de las pifias y las demoras repetidas de sus defensores, parece más probable que los instantes de mayor tranquilidad se los haya debido a alguna virtud de su zona de volantes, sin que estos méritos alcanzaran para abastecer a la delantera. El frío que el solitario atacante Montes pasó en la cancha, sólo se compara con el que padecí en el palco alto.

La mentira del final pudo ser mayor cuando el delantero se perdió el gol en la jugada más clara generada por la visita. Faltaba poco para el cierre y Cienciano jugaba con un hombre de menos porque ya se había ido expulsado García. El tanto que no llegó hubiera sido el premio más inmerecido jamás antes visto en un partido de fútbol. El único capaz de superar al que los cusqueños sí consiguieron: empatar tras un trámite que pudo ser de goleada en contra y definir la serie 3.500 metros por encima del nivel del mar.
Martín Rodríguez

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