Con intereses encontrados en la mitad del río, una parada como ésta permite dibujar cómo vendrá el remate del torneo. Ganar es todo; perder, ni loco. El empate, aunque jugando nada, los dejó flotando.
No se trató del típico cero a cero que cientos de veces advierten las crónicas. Para empezar, porque hubo un gol: el que le anuló Prudente a Cerro a los 25 minutos. Y a pesar del polémico fallo, adornado con mucho ademán para justificar, el gol amagó con llegar.
Antes, Goni y Balsas pudieron mandarla adentro para Racing, y Cerro también llegó hasta la línea de gol cuando Aguiar salvó justo después de un entrevero. Pero así, a toda fricción, los equipos se turnaron el dominio, y el momento para el juego premeditado y ambicioso en recursos casi nunca fue la opción.
Después de aquel gol que no fue hubo que esperar hasta la primera jugada del segundo tiempo, cuando el porteño Hernández metió un pase tan fino que terminaron molestándose Balsas y Quiñones porque llegaron juntos a definir.
Racing cambió para ganar y Cerró cambió para no cambiar. Verzeri alistó más gente en ataque y consiguió que Cerro se preocupara más por el cero propio. Y en el último cuarto el partido hizo vibrar sobre todo a los de Sayago, que arrimaron con pelotas quietas y hasta sumaron otra polémica a la tarde con un penal que Prudente no cobró.
Pero ojo, que a los 93, cuando don Líber relojeó el cronómetro, Junior Aliberti dibujó una tijera en el área y su tiro salió apenas ancho, al que Contreras respondió tan sólo con una mirada de pánico.
Rodrigo Ubilla
lunes, 10 de noviembre de 2008
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