Progreso remontó el marcador y terminó ganando bien 3-2 a Sud América
El sol quema. Bajo un sol de fuego el domingo de fútbol gira, en un partido eléctrico hasta el final. Todos corren, todos meten.
A nadie le sirve el empate, todos quieren ganar.
A los veintidós minutos de fútbol el juez mandó a todo el mundo a tomar agua. Todos hablan, todos manotean las botellas.
El sudor resbala por las camisetas satinadas que brillan como diamantes en esa resolana del pasto verde.
Enseguida de la refrescada llegó el Negro López -como salido de un circo- a pura gambeta al área y el recio zaguero Silvera lo aterrizó sin piedad. Tremendo penal. Llegó al punto blanco el volante Gonzalo Curbelo y metió un bombazo fusilador para reventar la guinda en el travesaño y dejar el cero boyando en el aire caliente.
Casi de inmediato cayó el 1 a 0 naranja tras un cabezazo seco de Jonathan Sandoval, al conectar la globa que mandó con efecto el talentoso Álvaro López.
Terminó la primera parte con un equipo naranja manejando el fútbol y los tiempos, frente a un Progreso complicado en su accionar.
En el arranque del segundo acto, Sud América gritó el 2-0 con una ejecución magistral de pelota quieta del volante Sandoval, que se sentó en el pasto, festejando el golazo, en posición de Buda o algo parecido.
La rebeldía gaucha apareció a los sacudones en la cancha, con un fogonazo de fútbol y Progreso cantó el descuento igual que si recibiera un manguerazo de agua fría.
Con pase bien profundo y vertical, Ronald Ramírez mandó a correr velozmente al Colorado Oliva, -un aceitoso y escurridizo punta- quien definió de zurda y mandó el esférico a la redes para el 2-1.
La escuadra de Cóccaro creció en juego, apretó filas, cerró el circuito buzón y luego de un centro del batallador Pelado Iraola apareció Colombo,- como un pirata del área - solo en la última zona, a meter el cabezazo sorpresivo de la igualdad.
El 2-2 cayó más pesado que un camión de escombros en filas de Sud América que ya a esa altura se había dormido en los laureles, cediendo terreno y empuje ofensivo, jugando cada vez más lejos del arco contrario.
El 3-2 definitivo llegó con una pelota bombeada del Cabeza Ramírez por arriba del golero Martínez y en la raya misma, el voluntarioso lateral Walter Fernández la empujó con el cuerpo y se fue a gritarlo a ritmo de candombe a un costado. A esa altura, aquello era un fuego.
Fue un partidazo. Con emoción y goles. Hasta el último aliento y pasada la hora. Progreso remontó a puro corazón el marcador ante el equipo del Pecho Sánchez, que se desinfló teniendo todo para ganar.
Así es el fútbol, así es la vida de las canchas del ascenso.
Todos quieren ganar, cada punto duele igual que una cirugía.
El próximo miércoles Progreso enfrenta a La Luz en el Paladino. El sábado, Sud América mide fuerzas con el líder Fénix en el Fossa.
El fútbol aguerrido y con pasajes coloridos y vistosos de la vieja divisional B está más vivo que nunca. La pasión del fútbol nunca descansa.
Marcelo Tasistro
domingo, 23 de noviembre de 2008
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