Nacional ganó el clásico 1-0 con gol de Sergio Blanco de tiro penal y apunta al título
El sueño es eterno. Revive con pasión y estalla por todos los poros. No admite pasos al costado ni miradas indiferentes.
Bajo un techo azul, el legendario estadio Centenario volvió a crujir de emoción -como siempre, igual que toda la vida- con el aliento fervoroso de las hinchadas.
La magia alimenta la mística interminable de las blusas eternamente rivales.
El escenario bien colorido, los globos volando al viento, las clásicas banderas y esa emoción contenida que recorre las venas de todo un país.
Es la hora señalada, cuando ya no queda otra cosa que esperar que empiece a rodar la guinda y las griterías reboten en un eco sólido y penetrante. Es la hora de la verdad. La adrenalina casi en ebullición permanente desde el minuto cero hasta el último pitazo. Cuando sube en remolinos la alegría del triunfador y cae, pesadamente, igual que la plomada del pescador, la larga tristeza de la derrota.
Así es el fútbol. Se gana y se pierde. Ayer el empate no le servía a nadie.
El clásico palpita colectivamente en todos los corazones.
Se descuelga fantásticamente por los escalones de cemento.
Sigue toda la semana en las oficinas y en los bares y en cualquier plazoleta, almacén o esquina. La bienvenida consigna oficial, "A la violencia le ganamos juntos", en la pancarta -un extenso cartel- y pintado en camisetas celestes pasó rápidamente a segundo plano, una vez que el árbitro señaló el comienzo y la pelota salió girando igual que un trompo de todos colores.
La primera parte fue de pierna firme y batalla táctica. Raspa, escofina y varillazos mezclados.
El 0 a 0 dejó dibujado un partido trabado y de mucho trabajo de marca en ambas escuadras. Fueron muy pocas las chances de gol.
El aurinegro Richard Núñez tuvo su primera oportunidad de gol poco después de los 5' de juego. También el volante Ligüera marró su chance.
En el arco tricolor, el Cachorro Burián se empezó a constituir en la figura de la cancha. El golero arachán cerró la puerta y por allí
está buena parte de la explicación de la victoria alba. Para el segundo acto, el artiguense Saralegui mandó los cambios sumando poder ofensivo con Petete para combinar con Pacheco y los hombres de arriba. Más tarde quedó solo Mozzo en la batalla de mitad de cancha, al ingresar Nasa por Medina y Peñarol empujó con más voluntad que fútbol pensado.
Por su parte, el técnico Pelusso puso en el campo a Matute Morales y al Morro García para intentar definir la balanza a su favor.
El Morro, -debutante clásico y con apenas 8' en el pasto- atropelló en el área y el zaguero Alcoba, forcejeando, lo terminó manoteando de la camiseta para pararlo y el juez Larrionda marcó la falta penal.
¡Penal! El gol bien podía llegar por un error, un descuido o por un penal. Así fue. Mientras, un bufido ansioso explotó en el aire.
El Chapita Blanco llegó despacio al punto blanco, al redondel fatal, de cara a la Ámsterdam ardiente.
El golero Cavallero chamuyó con veteranía al Chapita pero le falló la psicología.
Sergio Blanco apuntó la mira abajo y mandó el esférico bien al fondo de las redes cuando corrían 27' del segundo tramo.
Le pegó de pierna derecha, contra el caño izquierdo del arquero.
La guinda brillante para un lado, el golero argentino, para el otro.
Enseguida Larrionda expulsó al Morro por gritarle el gol a la Ámsterdam.
Ya tenía un cartón amarillo ganado apenas entró.
Nacional quedó con diez hombres y Peñarol empezó a remar, a meter mucha gente arriba, a buscar el empate redentor.
Fueron un montón de minutos con iniciativa aurinegra que no plasmó.
Nacional con diez camisetas blancas aguantó el cerco y el otrora cuestionado golero Burián, el Cachorro, se robó los aplausos y fue el héroe de la tarde.
En Nacional se destacó la faena incansable de Ojota Morales, la firmeza defensiva de Victorino, el despliegue de Arismendi y el rendimiento parejo del argentino Matías Rodríguez en la zona media.
Por el lado carbonero, un par de buenas intervenciones de Cavallero, la veteranía experiente de Darío Rodríguez, la tenacidad de Píriz, la presencia batalladora de Mozzo y las intenciones de Pacheco con destellos de su fútbol atildado.
Ganó Nacional por diferencia mínima, un apretado 1 a 0, pero igual alcanzó para destapar la bolsomanía y la eterna ilusión del giro mágico de la vuelta olímpica.
Marcelo Tasistro
domingo, 14 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario