lunes, 22 de diciembre de 2008

Resignación

Pocas cosas causan extrañeza en el aspecto organizativo del fútbol uruguayo.
Que no se juegue la etapa final del torneo que ocupó el último semestre del año 2008 parece raro, incluso muy desatinado. Explicar por que sucedió esto es muy difícil.
En principio el problema no era insolucionable. En definitiva, cuando los dirigentes no se ponen de acuerdo en cualquier aspecto de fijación de partidos se termina acudiendo a una moneda que vuela o dos papeles doblados que tiene dos posibilidades escritas o a un bolillero que define, donde se juega, que día y a que hora. No tiene mucho misterio este asunto.
Todo es mejor que la irresolución o renunciar a hacer lo que todos están de acuerdo en hacer.
Si estuvieron de acuerdo en jugar determinado campeonato, finalizarlo es la lógica consecuencia.
Hacer lo contrario, lo que ahora se está viviendo, es sumar problemas a problemas, es restar, dividir, reducir.
El viernes estuvieron horas reunidos en la AUF analizando un asunto: la policía, el Ministerio del Interior había decidido que el partido Danubio-Peñarol era el único de los seis previstos para jugar el domingo calificado como de “alto riesgo” y, por lo tanto, ellos disponían que se jugara en el Estadio Centenario.
Esto se hacía no ejercitando un derecho a la intervención del gobierno en el fútbol como se quiere hacer ver desde interesados enfoques sino cumpliendo lo establecido apenas semanas atrás para encarar el grave asunto de la violencia en el fútbol.
Se estableció una división de responsabilidades y se firmó ese acuerdo con proyección pública entre la Asociación Uruguaya de Fútbol, el Ministerio de Turismo y Deporte, el Ministerio del Interior y la Intendencia Municipal de Montevideo.
De allí surge la prorrogativa policial de indicar en que canchas, que días y a que horas se jugaban determinados y excepcionales partidos.
En definitiva, sólo quedaba disminuida la soberanía de Tenfield quien hasta ese momento y desde hace años tiene esa prerrogativa en cumplimiento de otro contrato más sabroso (y de mutuo beneficio, obviamente).
Se puede comprender que la discusión del viernes tuviera, de hecho, muchas dificultades, muchos teléfonos descompuestos, algunos teléfonos reales apagados, pero lo que más me extrañó fue la resignación general, esa que dio como concluido el asunto allí mismo, esa que no convocó una nueva reunión urgente para el sábado de mañana, esa que llamó a la inacción, a la licencia de los futbolistas y a la resignación que expresa: no terminamos el Torneo Apertura porque no supimos encontrarle solución a las cuestiones más simples del gobierno del fútbol o de cualquier cosa.
Y ese espíritu de resignación no es achacable a esta o aquella persona. Más bien denuncia la existencia de un problema estructural. Y por eso es más grave.
Jorge Burgell

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