jueves, 30 de julio de 2009

En el último aliento

River ganó tres puntos claves y dejó a Racing en veremos…
Hay partidos que no son recordados por su largo trámite de 90 minutos de infructuosos intentos sino por su definición centelleante y emotiva. Éste fue uno de esos extraños casos. Cuando Racing estaba a segundos de quedarse con un punto que le daba acceso a una copa internacional sudamericana por primera vez en su historia, de repente se vio con las manos vacías en el medio del festejo de los riverplatenses, quienes se llevaron los tres puntos en la última jugada.

Cuando el 0 a 0 parecía prolongarse hasta el infinito de los 30 segundos que faltaban para cumplirse los tres minutos de descuento que dio burocráticamente por el árbitro Javier Bentancor, ocurrió el milagro futbolístico. Los protagonistas fueron los dos mejores jugadores que se mantienen del gran equipo formado por Juan Ramón Carrasco en la temporada 2007-2008: el Japo Rodríguez, en la ejecución de un tiro libre cercano al área, y Henry Giménez, quien les ganó a todos en la alta densidad poblacional existente en las cercanías del arco del Loco Contreras. El cabezazo fue sinónimo de gol, de triunfo, de poder hilvanar seis puntos seguidos luego de las dos derrotas iniciales, de posibilidad de clasificación a una copa de la Conmebol. Fue la inmensa alegría de la última jugada en los darseneros, contrastada con la sufrida retirada de los racinguistas que quedaron como niño al que le sacan el caramelo de la boca. Para mayor pesar de los de Sayago, cabe anotar que la falta que provocó el tiro libre ganador fue totalmente innecesaria y torpe.

El desarrollo del partido no dio lo que prometían dos buenos equipos de la temporada. El piso del Parque Palermo, que necesita un rodillo gigante que lo empareje, es un muy mal lugar para que la pelota ruede según lo quieren los futbolistas. Esa circunstancia, sumada a una paridad de fuerzas que hizo que los equipos protagonistas se neutralizaran mutuamente, no permitió disfrutar un encuentro de buen nivel.

Hubo una leve superioridad de River en la primera media hora y un dominio de campo bastante marcado de Racing en la etapa final, pero el gol o, mejor, las posibilidades de gol estuvieron siempre lejanas.

Racing utilizó su “esquema madre”, según dice Verzeri, con cuatro en el fondo, dos volantes, tres enlaces y un delantero. A falta del lateral zurdo Ernesto Goñi, quien, levemente sentido, no estuvo ni entre los suplentes, el técnico llevó al polifuncional Brasesco al lateral y esa línea de cuatro no tuvo desprendimientos al ataque, muy cuidadosa de los tres atacantes fijos que coloca Carrasco.

Los argentinos Hernández -a la espalda del gigante Balsas- y Torres -bien abierto por izquierda- rindieron bastante menos de lo bueno que les es habitual. Al sustituirlos en el segundo tiempo con buenos relevos como Quiñones y Mirabaje, el dominio de Racing fue más ostensible. Cerca de la media hora, por ejemplo, forzaron cuatro tiros de esquina seguidos pero situaciones de gol netas, ninguna. Precisemos: para ninguno de los dos lados. A lo sumo cabe anotar una media excepción que hubiera marcado una anécdota llamativa. Bruno Montelongo entró en el partido anterior, ante Nacional, y llegó al gol en aproximadamente 20 segundos, lo que demoró entre pisar la cancha y llegar al área rival. Ayer casi sucedió lo mismo. En la misma jugada llegó a rematar desde dentro del área grande, cuando faltaban siete minutos para el final, y la pelota fue contenida por Contreras.

Contrariamente a lo habitual en el River de Carrasco, su mérito mayor en este partido, singular por su final de mal guionista, estuvo radicado en el eficaz trabajo defensivo más que en la efectividad atacante que siempre se constituye en el centro de su búsqueda.

Ahora han quedado pegados en la tabla (Racing con 7 y River con 6) y entreverados con otros tres equipos en la aspiración copera que se concretará para cuatro. Pero habrá un chiquilín que, por poco, se quedará sin trompo y lo lamentará junto a Nacional, el único descartado desde ayer.
Jorge Burgell

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