lunes, 14 de septiembre de 2009

De la victoria

Cerrito fue hasta el Cerro y se volvió con los puntos
Sobre los 45 minutos, Maureen Franco se encontró frente al premio mayor. Segundos antes, el juez entendió que le habían hecho penal y así le pondría un moño a la gran primera mitad que jugó su equipo.

En ese tiempo, Cerrito fue claro dominador desde el inicio, aunque recién a los 22 minutos creó peligro inminente con una gran jugada individual de Franco, que en carrera frontal hacia el arco dejó a dos por el camino, hamacándose a lo Garrincha. Lástima que pateó muy al medio, fácil para Rolero. También hubo una jugada del Pelo Juan Manuel Ortiz, que calcó a su compañero, aunque en carrera diagonal, sorteando rivales y entregando la pelota al arquero. Pero como Rolero atajó el penal, nada de final de película yanqui: a seguir remando.

¿Y Cerro? Eso. Una incógnita. Aunque se adueñó del juego desde el inicio del segundo tiempo, nunca dio muestras de cómo traducirlo en goles. Así transcurrió casi todo el período, con el local a veces buscando por abajo, a veces al pelotazo, a veces forzando faltas. Pero jamás logró provocar esa histeria que aflora en las tribunas cuando el gol, inminente, se demora caprichoso. Entonces un error imposible, a tan sólo de diez minutos del final y en los pies del mejor de la cancha. Maureen Franco, mano a mano con Rolero y la dulce venganza: amagó para dejar al arquero sentado y empujó con calma la pelota, bien cerquita de la línea, casi metiéndose en el arco, algo que no hizo seguramente por algo que después definirán como respeto a los códigos.

Desazón y pico para la gente de Cerro, que los cinco generosos minutos adicionados por Martínez sólo sirvieron a su rival. A los 94 minutos patriada por banda derecha de Bruzzone, centro, y luego del mal despeje de Rolero, cabezazo al gol de Ortiz. El gol del 2 a 0, que había que estar allí para poder verlo, que el Pelo nunca podrá mostrar a su descendencia, porque, por problemas técnicos, Tenfield se lo perdió y Pasión también, entró en un agujero negro.
Rodrigo Ubilla

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