viernes, 20 de marzo de 2009

Casi clasi

El equipo de Pelusso goleó a River y está al borde de un cómodo pasaje a octavos de final de la Libertadores

En medio de un Centenario colmado, Nacional vivió su noche. Derrotó 3 a 0 a River y alcanzó nueve puntos sobre nueve disputados en el Grupo 3 de la Copa. El partido fue moviéndose desde la angustia del trancazo hacia goce de la goleada, porque el equipo de Pelusso contó los rendimientos y la contundencia que le permitieron imponerse en un trámite áspero y parejo.

Flaco favor

Ganas, marca, pundonor, entrega y otros tantos términos por el estilo, podría haber utilizado en fila JC, para referirse al espectáculo que brindaron Nacional y River durante la primera parte. Entre tranques y revolcones, de entrada se ganaron la atención de la gente más por la voluntad que por la virtud. Las tribunas desbordadas amplificaron cada pelota dividida, volviendo ensordecedor el reclamo seguidor de los pitazos más discutidos del chileno Chandía. Y en esa de premiar la voluntad, los cierres a lo Pacman de OJ o los duelos ante Mondaini bien resueltos por el millonario Ferrari levantaron los decibeles locatarios y visitantes. Porque si bien Nacional llenó el Estadio de gente dispuesta a dejar la garganta por la causa, los borrachos del tablón aportaron su cuota de actitud tribunera porteña en la rara ubicación de los balcones superiores de la América.

El virtuosismo quedó reservado para las trepadas y los tiros de Domínguez, su diálogo fluido con Lodeiro, Medina y su habilidad para poner la cola al servicio de la pelota y el 1 a 0, alguna salida elegante de Gallardo y los aportes en cuentagotas de Fabiani. Con su peso de tres cifras, el argentino tentó al aplauso a más de un bolso con una habilitación de taco apenas equiparable con el caño que Lodeiro le tiró al defensa Sánchez a los 12’. Pero ante tanta pierna fuerte y calle cerrada, el gol postrero de Fernández adquirió un valor que sólo se compara con el de la cotización de su autor. O con el quite en el que, tres minutos antes, el mismo jugador le sacó el gol de la pierna a Gallardo.

Bolsobrado

Ni el más optimista de los hinchas de Nacional se imaginó el final con fusta bajo el brazo, el del tiro libre de Victorino y el pitazo pegado al último grito, cuando River salió tocando sobre el comienzo del segundo tiempo. Menos todavía, al padecer los remates y las habilitaciones del volante Augusto Fernández que tocaron la puerta del empate un rato después. Pero los tricolores pisaron fuerte. A los 27’, hicieron lo que habían anunciado con un zapatazo de Domínguez y otro de Lodeiro. Corrieron la cancha con más eficacia desde que Blanco ingresó por Mondaini, aprovecharon los metros regalados por un rival cada vez más adelantado y consiguieron el segundo tanto tras un remate cruzado del sanducero que el arquero Barbosa no defendió bien.

El River que antes le guiñaba al empate ahora veía cómo se le escapaba el partido, entre protestas ante una falta que quizá pudo valerle el descuento mediante un penal no sancionado. El traspié fue duro, como el bigote de Niembro. Su panorama es oscuro, como el cutis de Closs.

Martín Rodríguez

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