Con dos goles del juvenil Jonathan Ramis ganó Peñarol 2-0 frente al conjunto arachán
El botija abrió grande los ojos. Se hamacó como una boya en el agua. Aguantó la guinda con instinto mientras los rivales lo medían para cazarlo y enredarlo en la telaraña melense.
Ramis encaró decidido en el área escapando a los roperos de la zaga y definió abajo con calidad innata y capacidad de sangre goleadora bien juvenil.
Fue un golazo. Una explosión de colores en la red con el protagonismo de sangre nueva. El 1 a 0 cayó en los nylon cuando los relojes marcaban casi los quince minutos del tiempo final.
El griterío subió con furia para liberar la adrenalina contenida y alimentar la fe carbonera en un sueño interminable.
Antes, cuando la primera mitad se terminaba y el murmullo ansioso de la tribuna se transformó en silbatina aguda luego de que rechinaba en todos lados con el cero parcial, el viejo Peñarol arrancó el segundo tiempo mentalizado en ganar o ganar.
Cerro Largo cumplió una mediadora con un fútbol simple y efectivo.
Le escondió la pelota a la escuadra aurinegra y anuló al generador de fútbol mirasol -léase el maestro Pacheco- por intermedio del batallador ex volante mono Nicolás Schenone.
El Peñarol de Ribas se limitó a correr, a meter, a apretar los dientes y a luchar por la posesión del balón pero dejó estampado un pobre desempeño sin fútbol ofensivo claro ni potente.
Cerro Largo -que fue local en el Centenario, a 400 kilómetros de su tierra natal- jugó mejor esa primera mitad con un equipo bien parado atrás y un mediocampo sólido, con el mayor argumento de robarle el esférico, especialistas en esconder la guinda, tocar en corto y apoyarse colectivamente en esa calesita clásica de frontera.
Peñarol no logró generar una sola jugada clara de gol en esa primera parte. En cambio, los arachanes llevaron peligro en tres o cuatro ocasiones.
El golero Sosa tapó en espectacular atajada una pelota de gol que mandó Leo Rivero con destino cierto de red.
El técnico Ribas repitió la formación que jugó frente a Rampla pero no reiteró el volumen de fútbol cumplido en esa ocasión.
Está claro que el rodaje futbolístico se encuentra justamente rodando.
Los altibajos en el desempeño de los futbolistas aurinegros seguramente es tema de preocupación y análisis en el cuerpo técnico. Si Pacheco no funciona, no funciona Peñarol. Porque ni Richard Núñez ni Bajter arman juego de categoría.
El ingreso de Brian Rodríguez en lugar de Franco mostró una alternativa ofensiva que, según la característica de los partidos, dará buen resultado a los intereses del equipo. En tanto, en el arco, el golero Sosa agarra confianza partido a partido con intervenciones de alta calidad. En la batalladora línea del fondo en este momento la seguridad del Nacho Iturralde puede minimizar los riesgos.
El 2-0 definitivo llegó con la velocidad de Jonathan Ramis -que entró suplantando al artiguense Bueno luego de un choque con el cuidapalos Fernando Pérez- para cerrar el formulario y poner a gritar a todo el mundo.
Después metió dos globas en los caños como para redondear una actuación superlativa.
Ahora se viene un tango bravo. Capaz que con otras caras desde el comienzo, en las tierras de Gardel, el cotejo frente a Tacuarembó en el difícilisimo Goyenola.
Peñarol está en carrera, ganó y sumó puntos en competencia.
Hay sangre nueva en el mítico paisaje mirasol. Los silbidos y ese murmullo quisquilloso de la tribuna nerviosa se esparcieron con el viento igual que cenizas secas. El te quiero-te odio funciona con total normalidad en el corazón de los hinchas. Pero la eterna magia de los goles todo lo puede.
El Peñarol de Ribas promete emoción, lucha permanente, sudor generoso, electricidad en el aire y el desafío enorme de superar cualquier naufragio.
Marcelo Tasistro
lunes, 16 de marzo de 2009
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